BLOG TALENT INSIGHT
TALENTFULLNESS INSTITUTE
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Para los ateos, agnósticos y/o apóstatas del Comportamiento Organizacional y la Psicología del Rendimiento Profesional, que haberlos, haylos…
un relato de talento-ficción en el que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia
En verano de 2009, Cellerix, una spin off de la Autónoma de Madrid, se hacía con las 2/3 partes de una patente en el ámbito de la neuroinmunología de enfermedades autoinmunes e inflamatorias. ¿Precio? 30.000€ a pagar en aquel momento; más 120.000€ cuando se lanzase al mercado cualquier producto que incorporase reclamaciones de la patente; amén de unas regalías variables en función del eventual volumen anual de ventas netas que se pudiese lograr.
Dos años después, la biotecnológica TiGenix, especializada en terapia celular, absorbía a Cellerix por 58M€. No era una compañía atractiva por lo que vendía, sino por lo que sabía: aun no disponía de productos en el mercado, pero sí de una potente cartera de desarrollo, que incluía esta patente. TiGenix venía operando en el selectivo belga Euronext, hasta que, en diciembre de 2016, irrumpió en el Nasdaq, ofertando el 15% de sus acciones por 34M€, alcanzando el equivalente a una capitalización de 227M€.
Poco después, en julio de 2018, la japonesa Takeda, una de las 5 grandes farmacéuticas del mundo, lanzó una OPA sobre TiGenix por valor de 520M€. ¡Su valor se había incrementado un 130% en apenas 18 meses! Y es que Takeda había adquirido los derechos para distribuir en todo el mundo un fármaco de TiGenix, cuya comercialización había sido autorizada 3 meses antes por la Agencia Europea del Medicamento.
¡Efectivamente! Se trataba de un medicamento innovador desarrollado sobre la patente adquirida por Cellerix 10 años antes. Este fármaco (llamado Alofisel) ha supuesto un auténtico cambio de paradigma en las terapias de cicatrización. Hasta entonces, se curaba con sustancias inertes y Alofisel era el primer medicamento vivo: cada vial de 6 ml de solución contiene 30 millones de células. El concepto es sencillo: se cultivan células madre en un laboratorio, se le inyectan al paciente en la zona afectada y las células se encargan de cicatrizar, sin necesidad de inmunodeprimir al paciente, única técnica conocida y utilizada hasta ese momento.
Sin embargo, el origen de este avance disruptivo no estuvo en ese parquet electrónico en el que TiGenix duplicó su valor corporativo. Allí se invierte en conocimiento para generar dinero. Y ese es el valor del talento: la distancia que separan los 30.000€ invertidos por Cellerix en 2009 y los 520M€ invertidos por Takeda en 2018. Se trata del campo de juego de los brokers del desarrollo y la innovación que, afortunadamente, monetizan el talento.
El embrión de este avance disruptivo está a 4.000 kilómetros de Times Square, donde la sede del Nasdaq es hoy una atracción turística más; pero a menos de 10 minutos…
Sí, de la Carrera del Darro.
Sí, esa a la que, si se tercia, desciendes zigzagueando por esas callejuelas imposibles de un Albaicín que, a cada paso, te regala una postal diferente de una Alhambra en realidad aumentada, aunque no tenga nada de virtual.
Nueva York, el Nasdaq y el valor del talento son el efecto.
Granada y las personas con valor son la causa.
Igual que sus aljibes trajeron al Albaicín el agua que lo hizo posible, en Granada es donde se invirtió dinero para obtener conocimiento. Porque el agua es a la vida lo que la financiación es a la Ciencia; hace posible lo necesario. O al menos, lo que permitió aportar las bases científicas de lo que, a la postre, mereció el Premio Galeno 2018, en la categoría de Terapias Avanzadas, galardón equivalente al Nobel de la industria farmacéutica.
Allí, en Granada, a media hora de las cuevas del Sacromonte, es donde la investigación básica biomédica descubrió lo disruptivo: primero, convertir las células madre en un medicamento de fácil aplicación como cualquier otro; y segundo, romper las barreras conocidas de la terapia celular.
Pero esto no fue como cuando nieva en Sierra Nevada. No, no fue un fenómeno meteorológico. No, no fue casual, sino causal.
Allí, como ocurriera no hace tanto en el Cerrajón de Murtas, en pleno corazón de la Alpujarra, cuando un valiente vendió lo invendible por toda la comarca apenas pudiendo lo justo, es dónde estaban las personas con valor necesario y suficiente: personas ordinarias con un valor extraordinario, capaces de activar su talento intraemprendedor (individual y colectivo), o lo que viene siendo lo mismo, profesionales con talento.
Allí, como en Trevélez, dónde su clima le convierte en una despensa en la que el jamón se cura de forma natural, es dónde se creó el ecosistema individual, grupal y corporativo necesario y suficiente para la proliferación de las células madre (re)generativas de la Vitamina T del talento, y autoinmunes a la Gripe M de la mediocridad.
Allí, como sucedió en los palacios nazaríes, es dónde aplicó un algoritmo organizacional universal e intemporal que conduce al logro de resultados excepcionales: una persona con talento integrada en un equipo con talento, contribuye decisivamente a que la suya se convierta en una organización con talento. O cuanto menos, el suficiente para convertirse en game changer global del sector biotech.
Allí, a dos cañas con tapa del Mirador de San Nicolás, está el Instituto de Parasitología y Biomedicina López-Neyra (IPBLN), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), primer propietario de la patente que Cellerix adquirió en 2009.
Allí, la estrategia se alinea con las personas mediante un propósito compartido y con sentido pleno: conocer para curar.
Allí hay un equipo de equipos (e²) que moviliza los motivos y voluntades de sus personas y aglutina los anhelos y esperanzas de sus equipos para impactar con potencia en sus mercados de referencia. O al menos, en el de los 5 millones de pacientes de Crohn que hay en el mundo y que mejorarán su bienestar y calidad de vida.
Allí, 120 personas se transforman a diario en una organización inteligente (OI) aprendiendo de su inteligencia colectiva (IC), porque desde la Ingeniería del Talento, se sabe que:
1IPBLN-CSIC = e² ⇒ OI = IC (119 / 23) x (L±β)
siendo así que, la capacidad del IPBLN-CSIC (un equipo de equipos) para transformarse en una organización inteligente equivale al producto de su capacidad de activar la inteligencia colectiva de sus 119 personas (organizadas en 23 grupos de investigación) por el saldo resultante de su calidad directiva (COEFICIENTE L) y su capacidad de aprendizaje (COEFICIENTE β) .
Se trata del talento para dirigir talento; ese que explica el 60% de la competitividad de cualquier organización y que, en el IPBLN-CSIC ha conjugado el talento para investigar con el talento para hacer investigar a otras 119 personas. Y no solo cambiando de respuestas para evolucionar dentro del perímetro conocido del sector biotech, sino cambiando también de pregunta para explorarlo, ampliarlo y revolucionarlo. Por eso, allí, aplica el Coeficiente M, el de Mario, padre científico de la criatura y un tipo con 3 haches sin intercalar, humano, humilde y con [sentido del] humor, que, sin alfombras rojas, incrementan exponencialmente el valor profesional de todo lo demás. Por tanto:
L = MIPBLN-CSIC = (todo lo demás) x 3H
Se trata de aprender (A) a investigar en una fase beta constante; de pulsar F5 para desaprender (D) lo suficiente y reaprender (R) lo necesario; de aprender que investigar no es dar vueltas al Jarama circulando con la misma estrategia y esperando obtener resultados diferentes; de aprender a sustituir (pulsando Supr) la ortodoxia limitadora y limitante del debería y del tendría que por la irreverencia inspiradora y constructiva del ¿y sí…? y del ¿qué tal si…? (pulsando Insert). Y es que, en el teclado del talento, tan o más importante que el propio talento, del que ya se ha dicho que es la rueda del siglo 4.0, es el eje alrededor del que gravita: el aprendizaje. Por tanto:
β ⇒ F5 = Insert ≥ Delete
de dónde se sigue que
AIPBLN-CSIC = R (¿y sí…?) ≥ D (debería)
La genialidad inventiva de la rueda no fue un cilindro que rodara, sino una rueda con eje: un componente simétrico y mecánico que girara de forma circular alrededor de un eje. Por eso, el aprendizaje es al talento lo que el eje a la rueda: multiplica exponencialmente su función de utilidad y como consecuencia, su valor. Por tanto, la inteligencia colectiva de las personas y de los equipos y la calidad directiva para liderarla son dos de las variables que permiten a una organización convertirse en una organización inteligente con capacidad de aprender lo necesario en cada momento y, por otro lado, aportar valor suficiente a sus grupos de interés.
Porque, como dice José Antonio Marina, el talento es una persona de colores sobre un fondo en blanco y negro. Ése que, en términos de porcentaje sobre el PIB, hace dos años, invirtió en I+D+i el 62% de lo que, en promedio, invirtió la UE28. El mismo que, en entre 2009 y 2017, invirtió en Ciencia un 6% menos que antes de la crisis, mientras la UE28 invirtió un 22% más y China un 99% más. Por eso, con un 44% de probabilidad, tú y yo tengamos un Xiaomi o Huawei en el bolsillo. Porque el año pasado, casi la mitad de los móviles que compramos en España los fabricaron ellos.
En definitiva, el precio del talento lo cotiza el valor de las personas.
Por eso, a veces, el valor del talento se aprecia: son los profesionales TalentFullness.
Y por eso, a veces, el valor del talento se deprecia: son los profesionales 0,0 Talent.
Esto también lo aprendimos en Granada; pero en la fatídica de Queipo de Llano. Ese que, en palabras de Rafael Alberti, ladraba desde Radio Sevilla. El mismo que ordenó darle café a García Lorca por ser Federico; o, si lo prefieres, a Federico por ser García Lorca. En el camino de Viznar a Alfacar de agosto del 36, aprendimos que, igual que en algunas organizaciones del siglo 4.0, el talento no muere, se mata.
A veces, también de madrugada. Por eso, a veces, el valor del talento se desprecia por parte de quiénes, ostentando responsabilidades en el gobierno de personas, escriben sin haches o, en el mejor de los casos, las intercalan dónde y cuándo no toca. Y a veces, también desde los despachos con más galones. Por eso, a veces, el talento se menosprecia en esas organizaciones patológicas, cuya ecuación nunca equivale a e² y en las que la noción de talento corporativo es un oximorón. Pero esto es otra historia de la que, si eso, hablaremos otro día.
Un 12 de junio de 1781, casi 50 años antes de que Washington Irving escribiese sus Cuentos de la Alhambra, alguien empezó a vender medicamentos tradicionales chinos.
Allí, en Osaka, 239 años después, ese alguien vende medicamentos innovadores como el gestado a 11.000 kilómetros, en el Parque Tecnológico de la Salud de Granada.
Ese alguien se llama Takeda, un conglomerado de 151 compañías y 30.000 empleados. Pero ninguna de ellas con la IP del IPBLN-CSIC; ni ninguno de ellos con la ID de Mario, ni de las personas y equipos que dirige y con los que investiga. Porque, aunque pueda parecer impersonal, el talento siempre, siempre, tiene un CIF y muchos, muchos DNIs; siempre, siempre se conjuga en primera persona, del singular y del plural. De hecho, es como el jamón con DO Trevélez: cada pieza está numerada porque es única e irrepetible. No obstante, sí tienen una cosa en común: las virutas de cualquiera de ellos son las que siempre, siempre hacen del gazpacho algo casi, casi perfecto. No, no lo digo yo. Lo dijo un hombre de Ciencia, uno de los talentos más brillantes de nuestro siglo XX: formó parte de cinco de las ocho Reales Academias de España. Un tal Gregorio Marañón.
Pero harás bien en no creer nada de lo que te acabo de explicar. Como te advertí, ésta solo es una historia de talento-ficción en la que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Mientras ultimo este post, leo un titular reciente de Cinco Días: 24-ENE-2020. BIOSEARCH SE DISPARA EN BOLSA POR UNA SUSTANCIA QUE REJUVECENE A LOS RATONES. «Biosearch está viviendo un momento dulce en Bolsa tras conocerse que ha solicitado una patente internacional para mitigar la pérdida de memoria asociada al envejecimiento […] Desde que hiciera tal anuncio el jueves sus títulos han avanzado un 9,9% en Bolsa». ¡Otra historia de talento-ficción! Y es que la rueda no deja de girar.